Ecky está bajo los palos para intentar parar el penalti decisivo en el último partido que su equipo disputa en la liga regional. Y no lo para. Si se tratara de Casillas, Barthez o Khan, los hinchas lo justificarían como una cantada pasajera o mejor aún, una noche movida cumpliendo con señoritas modelos. Como se trata de Ecky y toda la ciudad acaba de descubrir que es gay, por puro prejuicio popular bien arraigado: “los homosexuales si de algo no entienden es de fútbol”, lo condenan al ostracismo. Pero Ecky no sólo no se rinde, sino que comienza a ojear talentos para crear el primer equipo de fútbol gay de la historia. Y aún más: demostrará que, para jugar al fútbol, mejor arte y talento que testosterona y las pelotas, mejor sobre el césped que presumir de ellas.